Photos by Namibia & A. De Cara Primera Etapa. Parque de Samburu - Marsabit.
Salimos del Parque Nacional de Samburu, y tras una breve parada en Archer’s Post nos dirigimos hacia el Norte. La carretera está sin asfaltar, pero en buenas condiciones, aunque el tráfico era no demasiado abundante para ser la mas importante vía de unión entre Etiopía y Kenia.
Hasta hace un par de años esta carretera era dominio de los shifta (bandidos) y los vehiculos debían circular en comboys protegidos con escoltas armadas. Pero en Agosto de 2003, cuando comienza nuestro viaje, está mas tranquila e incluso algunas agencias lo vuelve a abrir para los turistas mas aventureros.
Nuestro vehículo es un viejo Land Rover que alquilamos en Nairobi con un guía que había hecho la ruta hacía 10 años, un cocinero y dos blancos un poco zumbados por Africa (nosostros). Afortunadamente tenemos nuestro GPS con el que marcaremos la ruta y donde previamente, en Madrid, introducimos algunos puntos importantes que serían claves en nuestra ruta.
La siguiente parada la hicimos para tomar algunas fotos de un monte rojizo, poco después del cruce de la carretera de Maralal. El paisaje es de sabana cada vez mas seco conforme nos dirigimos al norte, pero el calor en Agosto no es agobiante.
Una gran serpiente cruza la carretera, los nerviosos dip-dip echan una mirada para curiosear antes de desaparecer en la maleza. Pese ha ser una zona despoblada no se ven grandes animales, lo cual me hace meditar de que los parques son ya la única posibilidad de conservación de los animales en un mundo hambriento y con demasiadas armas de fuego.
Vemos algún pastor Rendile con sus cabras, pero la zona central de Kenia al Norte de Samburu, sigue siendo una inmensa sabana solitaria. Solo algunas tribus que siguen viviendo de acuerdo con sus costumbres nómadas la pueblan. Los únicos vestígios de civilización (palabra inadecuada en este caso) son dos puestos de control en el camino a Loisamis, situados en cauces de ríos secos. El resto es un paisaje de acacias y maleza que se van haciendo cada vez mas escasa conforme se avanza hacia el Norte.
La primera imagen verdaderamente sorprendente fue al cruzar un puente sobre un río seco, una gran manada de camellos, con sus pastores abrevando en pozos en la arena. Algunos Rendile, que estaban desnudos elevando el agua, comenzaron a taparse con sus bonitas túnicas rojizas, en medio con una reacción entre pudorosa y hostil.
Este poblado no salía en los mapas, pero había un colorista y animado mercado tribal junto a la carretera. Mujeres Samburu con sus orejas taladradas con sus tradicionales pendientes con forma de hoja y sus cabezas afeitadas y rendiles con sus collares multicolor, junto a la total ausencia de blancos, le daban un toque indescriptible de Africa profunda e intacta al lugar.
Después de una hora de carretera pedregosa y polvorienta, alcanzamos el cotrol de Loisamis, estratégico cruce de carreteras al norte de Kenia. Lo cierto es que Loisamis son una pista de aterrizaje, un puesto de control y unas docenas de barracas, pero la vida palpita en ese rincón de Africa. Cientos de hombres y mujeres de las distintas tribus ataviados al estilo tradicional deambulaban por sus polvorientas calles y por el pequeño mercado en forma de tenderetes alineados junto al camino.
Era media mañana y el sol apretaba, así que preguntamos por la posibilidad de tomar un refresco y nos indicaron una tienducha con un variado surtido de productos de bajo coste de alimentación envasados o en conserva. Preguntamos por un refresco y tras comprobar atónitos que estaba casi congelado, pedimos que nos lo abrieran. No podíamos salir de nuestro asombro, de cómo en un rincón sin electricidad de una calurosa región cercana al desierto del Chalby, podíamos encontrar un producto a esa temperatura.
Creo que jamas me sentó tan bien un refresco como aquel de la tienducha de Loisamis y por supuesto no volveríamos a tomar uno tan frío hasta la vuelta a Europa. Nos deleitamos en nuestra botella, bebiéndola ante la atenta mirada de los curiosos guerreros samburu y rendile. Algún publicista habría soñado con aquella escena de choque entre el primer mundo y el tercero.
Solo hicimos una parada para tomar unas fotos del pedregoso desierto de Kaitsu, hasta nuestra llegada a la puerta de entrada al parque de Marsabit. Pero desde el camino pudimos ver algunos diminutos poblados de chozas circulares, especialmente en el último tramo de ascensión hasta las cercanías del parque.
En la entrada del parque, nos encontramos con una expedición de 10 turistas y compartimos un almuerzo frío a base de bocatas de verduras con ellos.
Mientras observamos a una madre cortándole el pelo a ras a su hijo de poca edad con unas grandes tijeras. Me asombró tanto la habilidad de la peluquera, como el que el niño mantuviese sus dos orejas intactas, pese a la frecuencia a la que se sometía, desde mi punto de vista, a aquella ruleta rusa. Sin embargo he de admitir, que excepto entre los Masai keniatas y los Mursi Etíopes que se mutilan numerosas veces por tradiciones estéticas, no he visto demasiadas ausencias de pabellones auditivos entre los africanos, para su afición a rasurarse el craneo.
Montamos en nuestros vehículos y nos dirigimos hacia la montaña. Cruzamos por varias sendas de elefantes, sin ver ninguno. El monte de Marsabit es un oasis en el desierto, con un bosque húmedo y muy arbolado. Su clima es lluvioso debido a que las montañas hacen de barrera a la nubes que vienen del Indico obligándolas a descargar aquí su escasa humedad.
Un par de riachuelos y dos preciosas lagunas azules pobladas de búfalos son la guinda del verde bosque. Los turistas se quedan en el Marsabit Lodge, junto a la laguna. Este Lodge acaba de ser reabierto después de varios años cerrado por los ataques de los Shiftas… El grupo no sabía nada de la historia y no quise preocuparles más, pero ya estaban algo intranquilos por la proximidad del agua y la segura visita nocturna de los monstruos del lago... los mosquitos.
Media hora mas tarde, por un empinado camino llegamos Marsabit una ciudad de unos 30.000 habitantes. La última ciudad importante de Kenia antes de la frontera Etíope e interesante mezcla de culturas donde convergen influencias keniatas, etíopes, somalies y tibales.
Las tribus circundantes Rendile, Somalis, Gabra… tienen aquí y en su mercado un importante punto de encuentro. Dormimos en el Hotel Centre , un alojamiento bastante decente para este remoto lugar, con un parking cercado para vehículos, donde se hallaban varios camiones que hacían la ruta etíope.
Nuestro vehículo necesitó reparaciones que se hicieron durante la noche, por un equipo de mecánicos locales. Lo cierto es que me sentí como en casa viendo que uno hacia todo el trabajo físico y cuatro daban ordenes y le decían lo que tenía que hacer. La avería había sido causada por la conjunción de las tremendas pendientes del Monte Marsabit y la edad del todoterreno.
Nuestro cocinero, James, nos hizo una deliciosa cena y aquella noche comimos bajo las estrellas de una maravillosa noche africana. Habíamos hecho una ruta un tanto excepcional para los europeos, pero a partir de mañana, comenzábamos la autentica aventura. Durante dos días cruzaríamos el desierto del Chalby para alcanzar las orillas del lago Turkana. Los mitos del mar verde, el lago Rudolf como lo llamaron los primeros exploradores blancos, nos rondaban por la cabeza.
Nuestra última petición fue que nos despertaran a las 7, queríamos visitar el famoso mercado local antes de partir hacia el Oeste. Pero después de un profundo sueño, abrimos los ojos a las 8 y descubrimos con estupor…
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