Este país sorpende desde el primer momento que pones los pies en su territorio. Es un país poco poblado, rico, culto y fiero defensor de sus características diferenciales. El carácter de los finlandeses (ordenado, serio y trabajador) puede parecer común a los otros pueblos escandinavos, aunque la voluntad del finlandés ha sido diferenciarse siempre de sus vecinos del este (rusos) y del oeste (suecos), llevando al extremo los valores que parecen conformar su personalidad.
Sin embargo, la influencia de sus dos poderosos vecinos es palpable en todo el país y la fisonomía de sus ciudades y fortalezas. No en balde, Finlandia fue el territorio donde ambos zanjaron sus diferencias y midieron sus fuerzas durante siglos, pasando sus territorios de una corona a la otra en numerosas ocasiones.
Fotos y Texto A. De Cara.
Quizás este miedo a la fusión ha hecho tan impermeable a la sociedad finlandesa. Llama la atención que no se aprecia inmigración en ningún lugar del país. Ni en el sector servicios, ni en el campo hay apenas trabajadores extranjeros. Las barreras de la lengua, la política inmigratoria y las barreras sociales, sumado a su clima de inviernos muy largos y duros, no parece que vayan a hacer evolucionar la situación hacia una apertura fácil.
En un país donde el médico, la maestra, el camarero, el pescador y el basurero son finlandeses uno siente una extraña sensación de irrealidad: es como si estuvieses visitando la sociedad descrita en la novela de ciencia ficción “Un mundo feliz”. Quizás sea simplemente una obsesión de mi origen mediterraneo, una cultura de mezcla e intercambio.
Geográficamente es un país llano, con innumerables lagos y un litoral que se entrecorta por entrantes y salientes, así como por desembocaduras de ríos. Dicen las guías que es un país con mas de 300.000 islas y no me parece exagerado si contamos las lacustres y marinas. El paisaje finlandés es una maya tupida de agua y bosque, moteado por pequeñas granjas y campos de cereales o praderas, es un ejemplo de explotación racional y sostenible de la naturaleza. Los bosques son, como si se tratase del hormigón de un edificio, la constante que unen los distintos elementos del paisaje de norte a sur y de este a oeste.
La vida urbana es apacible, se podría decir que es una extensión de la rural, con excepción de la activa capital: Helsinki. La mayoría de las pequeñas ciudades, e incluso Turku, tienen vida solo durante el horario comercial de los establecimientos, después caen en un sopor exterior. La vida discurre en esos momentos en el interior de las viviendas.
La principal puerta de entrada a este país es la elegante Helsinki, la llamada perla del Báltico, una ciudad de casi un millon de habitantes dispersos por una extensa área de edificios de pequeña altura y parques. La ciudad está rodeada por lagos, los fértiles campos del las tierras del litoral, bosques y el mar. Su importancia historica nace de su estratégico puerto, que aún hoy es uno de los ejes de comunicación del norte de Europa, el segundo puerto del Báltico. Una ciudad elegante, donde los edificios de los últimos dos siglos conviven sin rupturas, pasando de la neoclasico de Engle a los mas modernos y originales arquitectos finlandeses de la actualidad.
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