Nuevamente debo decir que el destino es el culpable... culpable de llevarme a recorrer esa ciudad que entre los años 400 y 500 vestía como ciudad imperial, donde su actividad comercial, industrial y militar se expandían por todo el mediterráneo. El aspecto de ella se debe a aquel periodo.
Los palacios dan un sensación de mezcla entre el renacentismo y la construcción oriental. Que otra que Venecia, no podía ser otra, hermosa, bella, laberíntica desde la estación de Santa Lucia hasta la propia plaza San Marcos. Quien diría, caminar por los estrechos pasillos, donde se respira aire medieval, donde los oídos descansan de las sirenas y los ruidos de las grandes urbes, de pronto un puente cruza un pequeño canal y el vaporeto deja atrás la huella en un pedazo de mar que invade la ciudad. Ese mar que los venecianos llamaron en la antigüedad: el marido de Venecia, al día de hoy se realiza año tras año la ceremonia de bodas entre el mar y la ciudad, esto nos da la idea de que el agua es mas que amiga de Venecia,
Esta ciudad que flota, nos permite transportarnos en el tiempo e imaginarnos a aquellos nobles que buscaban a Ticiano, gran pintor, para decorar sus palacios o bien para realizar sus retratos.
A lo lejos se divisa una góndola cuyo conductor le da una serenata veneciana y a la vez romántica a una parejita de recién casados.... que de pronto pasan por debajo del Puente Rialto.
De repente arribamos a San Marcos, allí comprendemos el porque del estilo oriental, sobre la cúpula se deja entrever esa tendencia. Pegado a San Marcos se encuentra la antigua residencia del Duce, el Palacio Ducal, aquí se da un simple ejemplo de que la Religión y el Estado permanecían juntos.
Podemos decir que sin los Bárbaros Venecia no existiría, esto es así, porque la región del Veneto, era la primera zona atacada por los bárbaros, así los venetos se refugiaron en la isla y de esa forma se fue transformando en potencia y con el correr de los años “el león” símbolo de poder que representa a la ciudad de Venecia, fue puesto como guardián desde el mediterráneo hasta los Alpes.
Que sensación extraña, los sentidos se dejan llevar sin limitaciones y el mar que recorre la ciudad como testigo inmortal, nos a embriagado con su propia amnesia, incorporando con avidez datos irrelevantes, imágenes de ensueño, sonidos de campanas, aromas nuevos.
No es casual que el gran poeta Francesco Petrarca eligiera a la bella Venecia para morir.
Ese gran imperio quedo en el recuerdo, recuerdo que hoy se puede revivir al pasear por la ciudad que flota y que uno flota con ella....
Marcelo Magoia
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Enviado por marcello el Jueves, 01 de Enero de 1970 a las 01:33:23 (10403 Lecturas)[ Administración ]
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